De seguro la mayoría de nosotros hemos escuchado este proverbio o algo similar. Desde niño lo he escuchado, y he visto a mis padres aplicarlo con presteza a la hora de someter a juicio la amistad de algún nuevo compañero.
En sentido general, este dicho puede considerarse una máxima universal, la misma Biblia dice: "¿Andarán dos juntos si no estuvieran de acuerdo? ", (Amos 3:3). No obstante, no necesariamente el acuerdo entre dos que anden juntos tiene que ser para cojear.
Desgraciadamente, en nuestro mundo las influencias negativas suelen destacarse más que las positivas. Hasta hay quienes creen que las primeras son más poderosas que las últimas. Muchas veces asumimos esta idea aún de manera inconsciente al relacionarnos con otras personas, pero ¿por qué pensar en que si nos juntamos con alguien con sus defectos manifiestos tenemos que ser nosotros los afectados y no ellos? Yo creo firmemente que si se juntan un "cojo" y otro que anda derecho, y al final de cierto tiempo la influencia del "cojo" prevalece, pues sencillamente éste tenía más que ofrecer que su compañero, y sólo el tiempo se encargó de demostrarlo.
También creo que este proverbio suele reflejar la inseguridad de los que creen que sólo ellos y los suyos andan derecho. Además de que refleja una creencia muy negativa acerca de los que han manifestado tener alguna debilidad. Después de todo, si el que anda derecho al acercársele al torcido terminará en andar rencor ¿será juicioso acercársele? Entonces, ¿qué esperanza tienen aquellos que no han aprendido a andar bien?
Hay otro dicho que reza: "Nadie puede dar lo que no tiene".En él se expresa una idea muy cierta que nos puede ayudar a entender la dinámica entre el "cojo" y su acompañante. Si hay algo en lo que es explícito el dicho popular "el que anda con cojo al año cojea", es en señalar los atributos de uno de los dos caminantes: el cojo. No se puede ocultar que uno es cojo si tiene que andar; pero sí hay muchas otras cosas que no pueden verse al caminar. Y, efectivamente, el proverbio no da muchos detalles acerca del que acompaña al cojo, sólo eso, que lo acompaña y que al año ha de cojear también. Partiendo de esto, podemos llegar a dos conclusiones lógicas: O quien acompaña al "cojo" no tiene defectos ni virtudes (porque sólo se designa como el que anda con cojo), o no lo muestra de manera tan clara como su compañero. Es obvio que la segunda conclusión es la que mejor se corresponde con la naturaleza humana y, por ende, con la de cualquier caminante. Entonces, podríamos suponer que el otro caminante sí tiene sus defectos, aunque no sean tan visibles como los de su compañero que cojea. Y no hay mayor evidencia que el mismo resultado: "Al año cojea". Tal vez el mayor defecto de éste radica en no haber sido consciente de que podía llegar a ser cojo, o en no tener una identidad definida. El asunto es que no era cojo y si llegó a ser lo es por que podía llegar a ser lo; y además, al poco tiempo.
Si los defectos de otros tienen más fuerza y poder que lo bueno que podemos dar, tenemos razón en quedarnos alejados de quien nos puede torcer. Pero esto sólo es útil si lo hacemos reconociendo que nuestro problema, aunque no se nota tan fácil como el de las personas que nos pueden influir de manera negativa, es tan grande o mayor que el del "cojo" a quien evitamos.
Lo cierto es que todos podríamos cojear alguna vez. Pero sólo el que lo admitamos y aceptemos, o el que tengamos siempre algo
Bueno que dar a los que no andan en rectitud puede evitarlo. El mundo está lleno de "cojos" y cojos en potencia, por lo que no podemos vivir evitando relacionarnos con gente que necesita de la influencia que podemos dar. Hay muchos "cojos" (dentro de los que podríamos estar tú y yo) que esperan de acompañantes que les enseñen a andar derecho. ¿Qué harás?
Por: J.A.A.G.
Autor invitado
1 comentario:
El que cojea primero es cojo, es decir, que tiene un defecto que se supone que el otro no tiene, pero el refrán no dice que el acompañante se vuelva cojo, simplemente cojea, toma el paso del cojo, o sea que adopta actitudes que pueden no serle propias, puede adquirir la cojera, o un mal que la provoque, o no. Llevando el problema del cojo a otros ámbitos, podríamos hablar de una compulsión del primero a «cometer» cojera. Supongamos que la cojera del segundo es circunstancial y que al advertir su propia cojera decide no acompañar más al cojo. Es fácil suponer que después de otro año de terapia anticojeril volverá a andar sin defectos. He dicho.
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