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21 de agosto de 2010

Yo, siempre yo.

Egoísta hasta un día

Había una vez un hombre muy egoísta que vivía en un pequeño pueblo. Se mantenía con una renta heredada y pasaba todos los días del año encerrado en su casa. En eso consistía la vida para él, en una continua sucesión de días, durante las noches  le resultaba muy difícil conciliar el sueño. Le complacía contar su dinero, lo hacia a diario convirtiéndolo en un ritual, para guardarlo luego en su antigua caja fuerte.

Al final del verano se desató en esa región una gran tormenta que duró varios días. Grandes inundaciones asolaban esa comarca y mucha gente estaba en peligro de morir ahogada, sin la posibilidad de que nadie la socorriera. Los servicios de salvamento resultaban insuficientes y las ayudas que podían brindar  eran escasas. El hombre egoísta, que vivía en la parte alta del pueblo, se pasaba largas horas mirando caer la lluvia a través del cristal de una pequeña ventana, indiferente a los padecimientos de sus vecinos, mientras pensaba interiormente qué suerte tenía de vivir en ese lugar tan alto mientras que otros infelices se estaban ahogando.
Su egoísmo, no consideraba la posibilidad de prestar ayuda y ocupaba su conciencia pensando que era muy difícil que alguien viniera a salvarlo,  si estuviera en iguales condiciones, pero, esa noche tuvo un sueño. Soñó que su casa había sido alcanzada por una gran masa de agua que tenia una corriente muy fuerte y él estaba en peligro de ser arrastrado por la misma. Había creído hasta ese momento que estaba preparado para enfrentar la muerte, sin embargo, en su sueño comenzó a gritar desesperadamente pidiendo ayuda. Se despertó desesperado, con la angustia  propia del que sabe que nadie lo oye y en caso de fuera real nadie acudiría en su auxilio. La lluvia había cesado y sólo se escuchaba el silencio, porque hasta los pájaros se habían marchado a otros lugares. Se vistió,  con  su gruesa capa de abrigo se presentó en la iglesia, donde se estaba organizando una campaña de ayuda a los damnificados
Esta fabula nos enseña, que el egoísmo es uno de los  sentimiento mas negativos que ha podido existir en la humanidad, que  una persona egoísta es un ser el cual solo piensa en sus propios beneficios, a su entender,  todo el mundo gira o tiene que girar en torno a él, cree que su opinión es la única realmente importante y tiende a  no aceptar el éxito de los demás.

La mentalidad de un egoísta encierra el pensamiento de que el mundo se reduce a él, sólo a él, porque es el único merecedor de todo lo bueno, quizás por esto afirmo el famoso poeta italiano Metastasio que “no mereció nacer quien solo vive para sí”.   Por lo que corroboro completamente con lo que afirmo él, además,  pienso  que una persona egoísta nunca será una persona feliz.

Si en nuestras vidas practicamos el egoísmo, lo más razonable seria reconocerlo e iniciar un cambio  de actitud, como lo hizo el protagonista de esta fabula,  que acabamos de contar y no perdamos tiempo en compartir lo que Dios nos ha dado con  quien  lo necesite.  No seamos como las personas egoístas, incapaces  de compartir y borremos esa imagen del “yo, siempre yo”, de nuestras memorias, porque,  como dijo una vez  la escritora Amiel-Lapèyre;  “Yo, es una palabra muy pequeña para contener nuestro egoísmo, que es tan grande.”

Por: Joax Kennedy 

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